viernes, 20 de junio de 2008

La Palabra en la Calle

Lo que las personas sin hogar me enseñaron sobre la oración

"Si escribes un libro sobre la oración, debes compartir con los desamparados por un tiempo," Me dijo mi esposa, una veterana del ministerio en el centro de la ciudad. "las personas de la calle oran como una necesidad, no como un lujo".

Su consejo tenía sentido, especialmente luego de entrevistas a Mike Yankoski, un estudiante del Colegio Westmont quien, junto con un amigo, abandonaron la escuela por cinco meses para vivir en la calle. (Su libro, bajo el puente, cuenta la historia.) Mike me contó que las personas de la calle, habiendo tocado fondo, no malgastan su tiempo construyendo una imagen o tratando de acomodarse. Ellos oran sin pretensiones, un contraste refrescante a lo que encontramos en algunas iglesias.

Le pedí un ejemplo. "Mi amigo y yo estábamos tocando la guitarra y cantando 'Como el ciervo clama por las aguas' cuando David, un hombre de la calle que conocimos, comenzó a llorar. "Eso es lo que quiero, amigo" nos dijo. "Quiero esa agua. Soy alcohólico, pero quiero ser sanado". Mientras dedicaba más tiempo con David, me dí cuenta que su conexión con Dios es su única esperanza para la sanidad. Sencillamente él no posee la fuerza interior. Él depende de la oración como de una cuerda de salvavidas".

Mike calcula que una cuarta parte de las personas sin hogar que él conoce tienen una fe Cristiana activa. Cuando visité un café para las personas sin hogar en Denver, Encontré no poca gente de la calle dispuesta a conversar sobre la oración. Bill, un hombre irónico y articulado que asistió a la escuela preparatoria, me contó de varias respuestas a la oración mientras que viajaba sin rumbo. Una vez, dijo, "Dios envió a un motorizado con las herramientas exactas que necesitaba para reparar el vehículo cuyo dueño se había ofrecido a llevarme. ¡Piensa en las probabilidades que eso suceda en Salina, Kansas!" mientras él hablaba, empacaba y desempacaba un cigarro hecho a mano.

Scott, un hombre joven que podría venderle agua de mar a un marinero, apretó mi mano firmemente, me miró a los ojos, y comenzó a darme su testimonio. Acababa de mudarse de las calles hacia una "casa de medio camino" [Nota del traductor: residencias temporales para que las personas adictas, mentalmente enfermas o ladrones convictos residan, como un medio para ayudar a las personas en su proceso de reintegración en la sociedad] y estaba tratando de vencer en su adicción a la cocaína. "Me hice un cheque a mi mismo luego de recibir una herencia de $9.000 y lo gasté todo en drogas en un par de semanas. Ahora asisto a los grupos de 12 pasos todos los días y asisto a la iglesia así como a dos grupos de estudio bíblico diferentes". Scott ora durante todo el día. "Es la única cosa que me mantiene firme".

Mientras escuchaba a estas personas contar sus oraciones, me sorprendió la calidad de estas oraciones terrenales, de hecho, y su semejanza con las oraciones del Señor. "Dános el pan de cada día": todos ellos tenían historias acerca de quedarse sin comida, orar y luego encontrar un burrito o una pizza sin comer. "líbranos del mal": viviendo en calles peligrosas, estos creyentes oran esto todos los días. "perdona nuestras ofensas": En lo más profundo de cada uno yacen secretos escondidos de vergüenza y pesar.

Luego de 25 de ministrar a las personas sin hogar, John, un consejero capacitado, tiene una teoría de que muchas personas de la calle sufren de trastornos de apego. En su niñez, nunca aprendieron a apegarse a sus padres u otras personas, y tampoco aprendieron nunca a aferrarse a Dios. Ellos encuentran dificultades para comprometerse, para abrirse a los demás, para confiar. Ellos ven el mundo como un lugar extraño, inseguro.

Jhon notó el efecto de este trastorno: "algunas veces las personas con las que trabajo se desesperan, literalmente locas, ya que no pueden soportar estar solos con sus oscuros pensamientos y secretos. Un amigo mío tenía un ministerio similar al nuestro. Teníamos secretos sobre fallas y presiones financieras que nunca le contamos a nadie. Un día, su esposa abrió la puerta principal y halló a su esposo, mi amigo, colgando de una soga amarrada al pasamanos".

De mi tiempo con las personas de la calle, comprendí un nuevo significado de la oración: esta puede ser un lugar seguro para llevar los secretos. Aquellos de nosotros lo suficientemente afortunados de tener una esposa o un amigo de confianza puede compartir nuestros secretos. Si no, al menos tenemos a Dios, quien conoce nuestros secretos antes que los confesemos. (El hecho que todavía continuemos con vida y sigamos siendo amados muestra que Dios tiene mayor tolerancia con lo que representen esos secretos de lo que le reconocemos a Dios por ello ellos)

"Si tengo razón sobre los trastornos de apego", Dijo John, "el mejor ministerio que puedo ofrecer es una relación a largo plazo. Tengo la esperanza que a través de los años y las décadas las personas de la calle aprendan a confiar en mi como alguien que puede guardar sus secretos. Espero que la confianza sea extendida gradualmente hacia Dios. Le cuento a las personas que encuentran a las personas de la calle que el contacto visual y escuchar atentamente pueden ser más importantes que comida o dinero o versículos de la Biblia. Ellos necesitan conectarse en alguna pequeña forma con otro ser humano, alguien que los mira como personas de valor.

Unos pocos días después, encontré este poema de Rainer Maria Rile, escrito en forma de oración:


Que los pobres ya no sean rechazados y despreciados.
Míralos de pie -
como flores silvestres,
que no tiene otro lugar donde crecer.

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