miércoles, 4 de febrero de 2009
Navidad Domesticada
Cuando el misionero Jesuita Matteo Ricci fue a China en el siglo dieciséis, se llevó ejemplares de arte religioso para ilustrar la enseñanza cristiana ante personas que nunca antes la habían oído. Los chinos acogieron de inmediato con agrado los retratos de la Virgen María con su hijo en brazos, pero cuando les mostró cuadros de la crucifixión y trató de explicarles que, cuando el niño Dios llegó a adulto lo crucificaron, el auditorio reaccionó con repugnancia y horror. Prefirieron mucho más a la virgen e insistieron en rendirle culto a ella y no al Dios crucificado.
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Cuando vuelvo a revisar el montón de tarjetas de navidad, me doy cuenta que en los países cristianos hacemos lo mismo. Celebramos una festividad blanda, domesticada, exenta de cualquier indicio de escándalo. Sobre todo, eliminamos de ella cualquier recordatorio de como el relato que comenzó en Belén acabó en el Calvario.
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Me deleito en los libros de este escritor periodista. Cuando leí este relato, tuve la convicción que me hablaba directamente, porque participo activamente en esta celebración blanda y domesticada de la cual Yancey habla. Los Occidentales nos hemos apartado de que este bello niño, en un pesebre, nació para morir por nosotros, y su muerte fue horrenda, en la Cruz del calvario.
ResponderBorrarEs un buen remezon, y agradezco haber encontrado nuevamente este relato impactante.
Saludos y Bendiciones
Hay una famosa cantata que relata el Nacimiento, en ritmos folklóricos de Argentina; se llama "Navidad nuestra", y la música es de Ariel Ramírez. La bella versificación de la cantata está escrita por Félix Luna, y uno de los cantos ("El nacimiento"), una tierna descripción de la primera visión del Niño nacido, contiene un verso que rompe todo el esquema de ternura, que va al final de esta estrofa:
ResponderBorrarEn el pesebre, mi Redentor
es mensajero de paz y amor.
Cuando sonríe se hace la luz
y en sus bracitos crece una cruz.