domingo, 10 de enero de 2010

Alcanzando al Dios invisible

"En el centro del Evangelio se encuentra la paradoja del yugo. Jesús nos ofrece consuelo-"Vengan a mi todos ustedes que están cansados y agobiados y yo les daré descanso"- pero el consuelo consiste en tomar sobre sí una nueva carga; la suya propia. "Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana".
Jesús ofrece una paz que comprende nuevas perturbaciones; un descanso que comprende nuevas tareas. La "Paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento" prometida en el Nuevo Testamento es una paz en medio de la batalla, una tranquilidad en medio del temor, una seguridad en medio de la duda. Puesto que vivimos como residentes extranjeros en una tierra extraña, ciudadanos de un reino secreto, ¿que otro tipo de paz podríamos esperar? En este mundo, la inquietud, no el contentamiento es señal de salud. La Biblia usa la palabra "meditar" para describir la forma en que una persona se enfrenta a este tipo de tensión. Cuando María, la madre de Jesús, se encontraba con cosas que no podía resolver de forma lógica, las guardaba dentro de su alma, "meditándolas", y cargando con la tensión en lugar de tratar de eliminarla."


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